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América Latina en tiempos del coronavirus. Antonella Cavallari, Secretaria General IILA


El año 2019 y los primeros meses de 2020 nos han mostrado la imagen de una América Latina muy revuelta, un continente afectado por las crisis institucionales y sociales, más que las puramente económicas, aunque fueron unos motivos de índole económica los que a menudo encendieron la mecha. Gente manifestándose por las calles, gente de las clases menos favorecidas pero también de la clase media; personas que veían peligrar su recién conquistado bienestar, esas mismas franjas de la población de ex pobres que ahora corren el peligro de volver a la indigencia. Precisamente el hecho de haberse convertido en clase media agudiza su frustración por no poder acceder a lo que ahora el mundo globalizado parece ofrecerles a manos llenas, sin olvidar el miedo a regresar a las “favelas”. Las perspectivas para 2020, hasta el pasado marzo, eran de una moderada contracción. ¿Pero ahora? ¿En qué medida y de qué manera la pandemia afectará a la región?

Los análisis realizados en el momento mismo de los levantamientos – que parecen estar en cuarentena ellos también aunque podrían volver a estallar – hoy se revelan extremadamente útiles, entre otras cosas para afrontar la pandemia del coronavirus: entender las raíces del malestar podría significar también evitar que empeore, pues sería útil para saber cómo hay que actuar en el momento inmediato, obligados por la necesidad impuesta por esta coyuntura, y podría significar sobre todo convertir esta horrible desgracia colectiva en una oportunidad para mejorar.

Empecemos por las causas del descontento, que como ya se conocen de sobra, voy a resumirlas brevemente: instituciones que por lo general siguen siendo frágiles y en las que confía sólo una parte de la población latinoamericana y que corresponde a bastante menos de la mitad; grandes limitaciones de las políticas públicas de las que se beneficia la “mano libre del mercado”, lo que conlleva a la ausencia de un “estado del bienestar”; enorme desigualdad social con amplios estratos de la población que carecen de servicios esenciales de calidad; escasas actuaciones para reprimir el crimen organizado, lo que conlleva a la necesidad de seguridad que a menudo es satisfecha al precio de ceder a tentaciones autoritarias; extensión de la corrupción y unión de intereses entre la política y las empresas, lo que significa capacidad de arrebatar recursos ingentes al crecimiento y al desarrollo.
Está claro que en un contexto como éste la pandemia entraña un número más elevado de riesgos respecto a los países donde hasta ahora el virus se ha manifestado con más fuerza, pues sabemos perfectamente que en esta lucha por la supervivencia las características que acabo de enumerar como las raíces de la crisis actual son fundamentales: instituciones creíbles, que capten la confianza del ciudadano a quien se le está pidiendo un sacrificio inédito, un sistema sanitario eficiente, amortiguadores sociales sobradamente experimentados, situación financiera viable para poder contar con la disponibilidad de recursos ingentes, capacidad de administrar con honestidad esta cantidad enorme de liquidez prácticamente incontrolada y por último, pero no menos importante, un renovado pacto social.

Por tanto nuestra cooperación con la región (tanto italiana como europea) tiene que estar orientada hacia esa dirección, consciente de que nuestros vínculos son tan fuertes que nuestros destinos se vuelven casi indisociables. Ayudar a América Latina a hacer frente al virus, además de ser una obligación desde el punto de vista ético y político, es necesario para prevenir que la crisis económica global se agudice de forma importante, que el crimen organizado se globalice más aún de lo que ya está, que se produzca un rebrote del virus y se alargue el tiempo para volver a la normalidad de forma indefinida. No hay más que una forma para luchar contra una pandemia: luchar unidos. El redescubrimiento del valor de la solidaridad tal vez sea una de las principales herencias positivas de esta experiencia horrible.

Por suerte el virus ha llegado mucho más tarde a la región, y la mayoría de los países, teniendo en cuenta la experiencia italiana, ha tomado medidas drásticas de contención de forma inmediata, limitando hasta ahora el número de contagios y sobre todo de fallecimientos.

Pero habrá que intensificar el intercambio de información y buenas prácticas, contribuir a fortalecer la credibilidad de las instituciones y su capacidad de reacción superando – gracias también a las nuevas tecnologías – las tentaciones autoritarias y la dicotomía libertad/salud, habrá que ayudar en la lucha contra el crimen y la corrupción y tal vez empezar a pensar juntos en la “segunda fase”, la reconstrucción no sobre los escombros, como en la posguerra, sino sobre el derrumbamiento de nuestro estilo de vida habitual. Junto con un continente tan cercano a nosotros por cultura, raíces históricas, valores e interdependencia económica, tal vez podamos construir un mundo mejor, una alternativa a los modelos actuales de producción y consumo más a la medida del hombre y en el respeto del medio ambiente donde vivimos todos. Como Secretaria General de la IILA mi propósito es hacer todo lo que esté en mi mano para contribuir a este fin. Por ejemplo estamos favoreciendo una reorientación de algunas actuaciones concretas del programa europeo El PacCTO (diseñado para luchar contra el crimen en 18 países latinoamericanos), de los que desde hace tiempo la IILA es una de las entidades ejecutoras para el denominado pilar penitenciario, para asistir a los países beneficiarios a la hora de afrontar los problemas relacionados con el coronavirus en los centros penitenciarios (en Italia hemos visto su potencial desestabilizador). A nuestros colegas europeos les hemos propuesto que planifiquen unas actuaciones específicas en las fronteras en el marco del programa Eurofront – del que somos los responsables directos – que se pondrá en práctica en cuatro fronteras del cono sur emblemáticas de la región y en Eurosocial+, un potente estímulo para el desarrollo de las políticas sociales. Estamos organizando una conferencia – por internet por supuesto – al objeto de permitir a los responsables de la lucha contra la pandemia en Italia y en los países latinoamericanos que intercambien información, buenas prácticas e ideas para el futuro. Y por supuesto seguiremos desarrollando nuestros múltiples programas de cooperación, financiados tanto por el MAECI como por la UE, con especial atención a las pequeñas y medianas empresas, tan fundamentales en los sistemas económicos latinoamericanos y que saldrán muy perjudicadas de la crisis y a las que dedicaremos una edición especial y reforzada del tradicional Foro Pymes.

Queda muchísimo por hacer, pero como decía Camus “Pese a todo, en el hombre hay más cosas dignas de admiración que de desprecio”, intentemos pues aprender de las adversidades y de mirar hacia el futuro con confianza.